Según los CDC (Centros
para el Control y la Prevención de Enfermedades) un ataque de
bioterrorismo es la liberación intencional de virus, bacterias u otros gérmenes
(agentes) con el fin de causar enfermedad o muerte en personas, animales o
plantas. Estos agentes se encuentran generalmente en la naturaleza, pero es
posible que puedan ser modificados para aumentar su habilidad de causar
enfermedades, hacerlos resistentes a las medicinas actuales o aumentar su
capacidad de propagarse en el medio ambiente. Los agentes biológicos pueden
diseminarse a través del aire, el agua o los alimentos. Los terroristas podrían
recurrir a los agentes biológicos porque pueden ser extremadamente difíciles de
detectar y no causan las enfermedades sino hasta varias horas o días después de
su liberación.
Los agentes de bioterrorismo pueden dividirse en tres
categorías, según la facilidad con que se propagan, la gravedad de la
enfermedad que causan y su letalidad. Los agentes de categoría A se consideran los
de más alto riesgo y los agentes de categoría C son aquellos que se consideran
como amenazas emergentes para el surgimiento de enfermedades.
Categoría
A
Estos agentes de alta prioridad incluyen organismos o
toxinas que representan el riesgo más elevado para la seguridad nacional y
pública debido a que pueden:
- ser fácilmente diseminados
o transmitidos de persona a persona;
- causar altas tasas de
mortalidad y tienen el potencial de causar un grave impacto en la salud
pública;
- ocasionar pánico en la
comunidad y generar disturbios sociales
- requerir de la adopción de
medidas especiales de preparación en salud pública.
Dentro de esta
categoría encontramos:
- Carbunco (Bacillus anthracis).
- Botulismo (toxina de Clostridium botulinum).
- Peste (Yersinia pestis).
- Viruela (Variola major).
- Tularemia (Francisella tularensis).
- Fiebres hemorrágicas víricas:
·
Arenaviridae: Lassa,
Nuevo Mundo (Machupo, Junin, Guanarito,
·
Sabia).
·
Bunyaviridae: Congo
Crimea, Valle del Rift.
·
Filoviridae: Ébola,
Marburg.
· Flaviviridae: fiebre amarilla, fiebre de Omsk, Bosque de Kyasanur.
Categoría
B
Estos agentes son de segunda más alta prioridad debido a
que:
- son moderadamente fáciles
de propagar
- causan tasas moderadas de
enfermedad y bajas tasas de mortalidad
- obligan a realizar mejoras
específicas a la capacidad diagnóstica de laboratorio de los CDC y a
mejorar los sistemas de monitorización de enfermedades.
Dentro de esta categoría encontramos:
- Brucelosis (Brucella spp.).
- Toxina epsilon de Clostridium perfringens.
- Amenazas a la seguridad de los alimentos (p.ej. Salmonella spp., Escherichia coli O157:H7).
- Muermo (Burkholderia mallei).
- Melioidosis (B. pseudomallei).
- Psitacosis (Chlamydia psittaci).
- Fiebre Q (Coxiella burnetii).
- Enterotoxina B estafilocócica.
- Tifus (Rickettsia prowazekii).
- Encefalitis víricas (Alfavirus, como encefalitis venezolana y encefalitis equina).
- Amenazas a la seguridad del agua (p.ej. Vibrio cholerae, Cryptosporidium parvum).
Categoría
C
Estos agentes de tercera más alta prioridad incluyen los
patógenos emergentes que podrían ser manipulados para su propagación masiva en
el futuro debido a que:
- se consiguen fácilmente
- se producen y propagan
fácilmente
- tienen el potencial de
causar elevadas tasas de morbilidad y morbilidad y provocar un grave
impacto en la salud pública.
Dentro de esta categoría encontramos enfermedades
infecciosas emergentes, como Nipah, hantavirus y coronavirus-SARS.
Agentes de categoría A
Carbunco (Bacillus anthracis)
Ocupa claramente
el primer lugar, siempre que se habla de bioterrorismo. El Reino Unido y los
EEUU pusieron en marcha un programa de desarrollo de armas biológicas durante
la Segunda Guerra Mundial, que fue suspendido en 1969, firmándose en 1972 un
tratado internacional que prohibe la fabricación de armas biológicas. La Unión Soviética incumplió
este tratado hasta su disolución a finales de la década de 1980. Prueba
fehaciente de ello es el accidente ocurrido en 1979 por escape accidental de
esporas de B. anthracis en una planta
de fabricación de armas biológicas en Sverdlosk, Rusia. Se confirmaron al menos
77 casos de carbunco, de los que 66 fueron fatales. Las víctimas se contagiaron
en un área que llegaba a 4 km de distancia del lugar donde se liberaron las
esporas. En la actualidad, se sospecha que algunos países y grupos terroristas
continuan con programas de fabricación de armas biológicas basadas en esporas
de B. anthracis. Un ejemplo es la liberación
de esporas de carbunco en Tokio por la secta Aum Shirinkiyo en 1993. Otro
ejemplo más reciente es el ocurrido en Septiembre de 2001, tras los atentados de las torres
gemelas de Nueva York, basado en la distribución de esporas dentro de sobres
enviados por correo postal. Hubo 22 casos, 11 por inhalación (5 fueron fatales)
y 11 cutáneos (todos sobrevivieron). Un dato preocupante es que uno de los
sobres analizados contenía 2 gramos de material, lo que equivale a una cantidad
de esporas suficiente para infectar (si se hubieran dado las condiciones
óptimas de dispersión aérea) a 50 millones de personas.
Toxina botulínica (Clostridium botulinum)
En un ataque
bioterrorista, la toxina botulínica sería dispersada por vía aérea, o bien se
intentaría contaminar algún suministro alimentario. Es poco probable que la
contaminación del agua pudiera tener éxito por la inactivación de la toxina debida
a la cloración del agua potable.
En 1930, en Japón, se realizaron experimentos con toxina botulínica en prisioneros. Tanto la Unión Soviética como los EEUU han reconocido la producción de toxina botulínica con fines bélicos. La toxina botulínica ha sido el principal argumento del programa iraquí de armamento biológico antes de 1991. Irak admitió haber producido 19000 litros de toxina concentrada, cantidad suficiente para matar al triple de la población mundial. La secta Aum Shirinkiyo ha intentado en varias ocasiones, sin éxito, dispersar toxina botulínica en Japón.
En 1930, en Japón, se realizaron experimentos con toxina botulínica en prisioneros. Tanto la Unión Soviética como los EEUU han reconocido la producción de toxina botulínica con fines bélicos. La toxina botulínica ha sido el principal argumento del programa iraquí de armamento biológico antes de 1991. Irak admitió haber producido 19000 litros de toxina concentrada, cantidad suficiente para matar al triple de la población mundial. La secta Aum Shirinkiyo ha intentado en varias ocasiones, sin éxito, dispersar toxina botulínica en Japón.
Peste (Yersinia pestis)
Históricamente,
se ha documentado el lanzamiento de cadáveres de personas fallecidas de peste
mediante catapultas al interior de ciudades asediadas (sitio de Kaffa por los tártaros,
en 1346). En la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés lanzó pulgas infestadas
con Y. pestis sobre distintas zonas
de China, lo que provocó brotes de la enfermedad en las áreas afectadas. Tras
esta guerra, tanto EEUU como la Unión Soviética desarrollaron programas para
crear aerosoles directos con Y. pestis
para provocar la forma neumónica de la enfermedad. Aunque en EEUU se cancelaron
estos programas, se cree que en la Unión Soviética se fabricaron realmente
estas armas.
Viruela (Variola major)
Se ha convertido
en un buen candidato a arma biológica desde que se interrumpieron los programas
de vacunación, a raíz de la erradicación oficial de la viruela en el mundo, en
1980. Entonces, la OMS recomendó destruir todas las muestras conservadas del
virus excepto en los CDC de Atlanta y en el Instituto de Virología de la Unión
Soviética, e incluso, varios años después, se recomendó destruir también éstas.
Ello no se llevó a cabo, en parte debido a que la Unión Soviética reconoció
haber desarrollado programas de armamento biológico basados en este virus. Hoy
existe el temor de que, tras el desmembramiento de la Unión Soviética, algunas muestras del
virus hayan podido escapar al control oficial y encontrarse en poder de
gobiernos de países considerados pro-terroristas, o incluso en poder de grupos extremistas.
Actualmente más del 50% de la población es
susceptible a la viruela, y su uso como arma podría tener devastadoras
consecuencias. Se calcula que la infección inicial de 50-100 personas podría
dar lugar a sucesivas ondas de infecciones por contagio interpersonal multiplicando
por un factor de 10-20 el número de afectados en cada ciclo. La mortalidad de
la viruela se estima en un 10-30%.
Prácticamente todo el personal militar en
EEUU ha sido recientemente vacunado o revacunado contra la viruela, así como
una fracción sustancial del personal sanitario, y hay en marcha programas de
vacunación voluntaria para la población civil.
Tularemia (Francisella tularensis)
Ha sido
estudiada como potencial arma biológica desde mediados del siglo XX. Se ha
sugerido que el brote de tularemia que afectó a soldados alemanes y soviéticos
en el frente oriental en la Segunda Guerra Mundial pudo ser consecuencia de una
liberación intencionada de bacterias.
El ejército japonés consideró el uso de F. tularensis como arma biológica en
esta misma guerra. EEUU y la Unión Soviética cultivaron la bacteria en grandes
cantidades y se ha postulado que los programas soviéticos continuaron durante
la era de la biología molecular, de tal forma que pudieron haberse creado
artificialmente cepas multirresistentes.
Virus causantes de fiebres hemorrágicas
Algunos de estos
virus llegaron a formar parte de los programas de armamento biológico en EEUU y
Unión Soviética. Se sabe que miembros de la secta japonesa Aum Shirinkiyo
viajaron a África Central en 1992 para intentar conseguir el virus Ebola. Hasta
la fecha, no hay pruebas de que estos virus hayan sido nunca utilizados como
arma biológica.
Agentes de categorías B y C
Algunos de estos
agentes han sido utilizados en ataques terroristas, sin la repercusión que han
tenido o pueden tener los de la categoría A.
El ejemplo más notorio es la contaminación
de alimentos con Salmonella typhimurium en Oregón, con el objetivo de
desestabilizar unas elecciones locales, en 1984, llevada a cabo por la secta
religiosa india Rajneeshee. Este hecho, considerado como el primer ataque
bioterrorista contra población civil estadounidense, tuvo como consecuencia más
de 750 personas intoxicadas y 40 hospitalizadas.
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Con información de CDC:
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